martes, 21 de junio de 2011

La profecía del 'Gran Hermano'. Por Naomi Wolf

¿Corremos el peligro de perder nuestra libertad y ser los siguientes en ser investigados? Los escándalos sexuales de las figuras públicas muestran que vivimos en la sociedad de la vigilancia y que una carrera puede caer en un minuto.
Hoy en día, resulta imposible oír hablar de escándalos sexuales o delitos sexuales -ya sean los de Dominique Strauss-Kahn o los del ex gobernador de Nueva York Eliot Spitzer, del primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, o de la media docena de congresistas de los Estados Unidos cuyas carreras se han acabado en los últimos años- sin ponerse a pensar en cómo han salido a la luz. ¿Qué significa vivir en una sociedad en la que la vigilancia es omnipresente?

Como el calor a que se somete proverbialmente a las ranas para hervirlas sin que lo adviertan, el nivel de vigilancia en las democracias occidentales ha ido aumentando lentamente, pero mucho más rápidamente de lo que permitiría reaccionar a los ciudadanos. En los Estados Unidos, por ejemplo, se está ampliando la Patriot Act (Ley Patriótica) del presidente George W. Bush, a raíz de una serie de acuerdos a puerta cerrada. Los americanos no la quieren y no fueron consultados cuando sus representantes la aprobaron, presionados por un gobierno que pedía más poder a raíz de los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001. Eso no parece importar, la promulgaron.

En los EE.UU. -y en el Reino Unido- hay una campaña concertada para "calificar" de positiva la vigilancia. Ahora se informa a los pasajeros del metro de la Ciudad de Nueva York que pueden someterlos a registros aleatorios de sus bolsas. Y los activistas de ese país dan por sentado que se leen sus mensajes electrónicos y se escuchan sus conversaciones telefónicas. De hecho, las compañías telefónicas Verizon y AT&T han creado secciones en sus locales para que agentes del Organismo de Seguridad Nacional escuchen conversaciones furtivamente.

La oleada de escándalos sexuales es una señal de una corrupción y una degradación más graves de lo que los comentaristas parecen advertir. Sí, se debe castigar a los delincuentes sexuales, pero una carrera política tras otra, sobre todo en los Estados Unidos, está acabándose por culpa de relaciones consentidas.

Las relaciones sexuales consentidas entre adultos no son asunto de nadie más, pero, ahora que las figuras públicas -en particular, las consideradas "de interés" para los organismos de Inteligencia- pueden ser observadas tridimensionalmente, las posibilidades de que queden comprometidas son mucho mayores. Mucho más de lo que eran en la época del Caso Profumo en el Reino Unido, que derribó al Secretario de Defensa británico John Profumo en 1963. Esta estrategia de vigilancia con resultados tan destructivos hoy es infinita, dada la naturaleza de la información que se obtiene en la Red.

Cortina de humo

El instinto sexual humano, en particular si va acompañado de un comportamiento peligroso o autodestructivo, ha interesado a los dramaturgos desde la antigua Grecia (en la que apareció la historia de Aquiles y su vulnerabilidad). Y como fascina leer las informaciones sobre escándalos sexuales -en comparación, desde luego, con otra guerra no declarada o un rescate gracias al cual se crearon puestos de trabajo que costaron unos 850.000 dólares cada uno-, siempre serán formas útiles de hacer cortinas de humo.

Se puede desviar la atención de los ciudadanos para que, en vez de en importantes robos empresariales e infracciones gubernamentales, se fijen en relatos relativos a dos personas desdichadas (y sus cónyuges e hijos, que bastante sufren ya, sin el morbo de los medios de comunicación).

Otra razón para lamentar la normalización de una sociedad de la vigilancia estriba en la vinculación entre la intimidad sexual y otras clases de liberación psicológica. Esa es la razón por la que las sociedades cerradas vigilan la vida sexual de sus ciudadanos. La combinación de sexualidad e intimidad tiene un efecto anárquico y subversivo en los ciudadanos. El contacto con otra persona de un modo no escrutado, no mediado, no observado recuerda inevitablemente a la población que hay aspectos del alma humana que no se pueden -ni se deben- someter a control oficial.

Por esa razón, las sociedades cerradas, y las que van en camino de cerrarse, siempre han temido a los partidarios de la libertad sexual y han procurado relacionar la disidencia política con la anarquía sexual. En el decenio de 1950, el comunismo y la 'amenaza' homosexual quedaron enlazados en la imaginación pública americana. En la decadente Gran Bretaña del decenio de 1890, las feministas, los socialistas y los utopistas fueron retratados como amenazas para la vida familiar en la forma del amor libre, aun cuando en modo alguno se propusieran hacer transformaciones de las costumbres sexuales.

Secretos para todos

Todo el mundo tiene secretos: eso es algo que la gente comprende demasiado tarde, cuando una sociedad de la vigilancia va asentándose de forma casi imperceptible. Piense el lector en su intimidad y sus secretos. Si usted o su cónyuge hubieran tenido un desliz, ¿desearía comentarlo en privado o que lo hiciera el mundo... o que un funcionario estatal le dijese que lo comentaría con su cónyuge, a no ser que hiciera lo que se le pidiese?

Podría, incluso, optar por no abordarlo en modo alguno. La mayoría de las personas da por sentado que dispondría de esa opción, porque no se da cuenta de que vivir en una sociedad de vigilancia significa que, tarde o temprano, todos deberán afrontar las mismas angustias sobre revelaciones que las figuras públicas.

Naturalmente, la cuestión es más amplia: si eres un alcohólico en tratamiento, tiras los tejos a alguien de tu mismo sexo, tienes una ludopatía, padeces una enfermedad bipolar o has tenido una conversación con tu contable sobre tus impuestos en la que bordeaste la ilegalidad, ¿estás preparado para verte 'expuesto' en público?

Se ha vendido la vigilancia oficial como un imperativo de la seguridad nacional. En realidad, concede al Estado el poder para chantajear a quien desee. Pensemos en los cables diplomáticos de funcionarios de los Estados Unidos filtrados por WikiLeaks, según los cuales se pidió a empleados del Departamento de Estado que obtuvieran 'biometrías' sobre funcionarios públicos en las Naciones Unidas. ¿Estamos entrando en una época de geopolítica manejada mediante el chantaje?

Tal vez deberíamos desactivar las amenazas planteadas por una sociedad de la vigilancia disponiendo de un día anual de amnistía. En el Día de la Amnistía -que no sería fiesta estatal, desde luego- revelaríamos a nuestros seres queridos, a los miembros de nuestra circunscripción o a nuestros empleadores los secretos que, según creemos, nos ponen en peligro.

O podríamos esforzarnos por eliminar la amenaza de la revelación del comportamiento privado. Por ejemplo, como consumidores de los medios de comunicación, tenemos poder: la próxima vez que se le quiera vender un escándalo sexual, no lo acepte. La deshonestidad sexual -de la inclinación que sea- no es una de las cosas más importantes del mundo. La pérdida de la libertad sí que lo es.





Fuente: ElTiempo.com / Proyect Syndicate "Sex and Surveillance"
Autor: Naomi Wolf (Estados Unidos, 1962-) es una activista política, activista feminista, asesora política y crítica social cuyo libro más reciente es 'Give Me Liberty. A Handbook for American Revolutionaries' (Dadme libertad. Manual para revolucionarios americanos).





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lunes, 13 de junio de 2011

El misterio de Bilderberg: ¿por qué creemos en las conspiraciones?

La gente normal y corriente no puede hacer más que especular respecto a lo que ocurre en las conferencias secretas del grupo Bilderberg, que reunió este fin de semana a la élite del mundo de la política y las finanzas. En ese terreno fértil, abundan las teorías conspirativas sobre qué se discute y quién asiste.
La creencia de que conciliábulos secretos rigen el mundo es una constante que ha resistido el paso de los siglos.

Y el jueves pasado, la que ha sido quizás la organización clandestina más controvertida de nuestros tiempos, el grupo Bilderberg, empezó su reunión a puertas cerradas.

Al estilo de una trama de James Bond, unos 150 líderes en el mundo de la política y los negocios llegaron a un centro de esquí en Suiza para discutir, durante cuatro días, el futuro del mundo.

En la lista de asistentes a encuentros previos de ese foro, que se celebra una vez al año en hoteles de cinco estrellas, figuran desde el ex presidente de Estados Unidos Bill Clinton o Carlos, el príncipe de Gales, hasta gerentes de decenas de empresas.

Intercambio de ideas

La primera reunión se celebró en 1954 y su objetivo fue reforzar las relaciones entre Estados Unidos y Europa y prevenir otra guerra mundial.

Ahora, bajo el liderazgo del ex secretario de Estado de Estados Unidos Henry Kissinger y de quien fuera vicepresidente de la Comisión Europea, el vizconde de Davignon, el objetivo es supuestamente servir de espacio para que las élites occidentales intercambien ideas.

Sin embargo, los teóricos conspirativos han acusado al grupo de todo: desde de haber orquestado intencionalmente la actual crisis financiera hasta de planear la muerte de un 80% de la población mundial.

Un opositor de larga data de la organización, el presentador de radio estadounidense Alex Jones, interrumpió una reunión con un megáfono.

"Sabemos que son despiadados. Sabemos que son malvados. Respetamos su poder oscuro".

Gran parte de la alarma que este grupo secreto despierta se debe a los métodos que utilizan: los nombres de los asistentes a sus encuentros no son dados a conocer antes de la conferencia, las reuniones permanecen cerradas al público y a los medios de comunicación y no se difunden comunicados de prensa.

Un club social

El crujir de los dientes que provoca Bilderberg es ridículo, opina el columnista del diario inglés The Times David Aaronovitch.

"No es más que un club ocasional para que los ricos y los poderosos cenen juntos", argumenta.

Las declaraciones de Denis Healey, cofundador de la organización, al periodista Jon Ronson para su libro "Them" ("Ellos"), parecen confirmar ese argumento.

"Bilderberg es la reunión internacional más útil a la que he asistido en mi vida", indicó. "La confidencialidad permite que la gente hable con honestidad sin temor a las repercusiones de sus comentarios".

Si es así, ¿por qué grupos como este provocan tanta alarma?

Aaronovitch, quien escribió el libro "2009 Voodoo Histories" ("Historias de vudú 2009"), señaló que los complots para crear un nuevo orden mundial son una fantasía conspirativa tradicional.

"Tienden a decir que lo local y lo nacional está bajo la amenaza de fuerzas internacionales, con frecuencia vinculadas al capitalismo financiero y, a menudo también, relacionadas con los intereses judíos".

Visos antisemitas

El Grupo Bilderberg no es de ninguna manera el único conciliábulo.

Se dice que la orden de los Iluminados, por ejemplo, que se deriva de una sociedad secreta en Baviera, Alemania, del siglo XVI, es una organización omnipotente, que incluye entre sus miembros a presidentes de Estados Unidos y que ha controlado eventos mundiales trascendentales.

La francmasonería o masonería es una fraternidad secreta que, tras muchas críticas, en los últimos años se ha vuelto más abierta.

La declaración de principios de Hamas, el grupo islámico que gobierna Gaza, sostiene que los masones confabulados con los judíos y los miembros del Rotary Club buscan menoscabar a la nación palestina.

John Hamill, vocero de la organización que gobierna a los masones en Inglaterra y Gales, indicó que está al tanto de las acusaciones de Hamas.

"No es verdad, la masonería es apolítica. Este planteamiento probablemente se produjo porque una de nuestras ceremonias se basa en la historia del templo del rey Salomón. Por alguna razón, los gobernantes islámicos lo traducen en sionismo", indicó Hamill.

De hecho, muchas cábalas sobre este tipo de agrupaciones tiene visos antisemitas.

Los "Protocolos de los sabios de Sión" fue un documento falsificado, posiblemente creado por agentes zaristas rusos, que aparentaba revelar un complot judío para dominar el mundo.

Pese a que se ha comprobado que se trata de un documento falso, la idea se ha mantenido viva entre los antisemitas y ha dado lugar a nuevas versiones.

Una de ellas es el "gobierno de ocupación sionista", que plantea que los países tienen gobiernos títeres y que el poder real es ejercido por los intereses judíos.

Y hay otras cábalas menos obvias, como la del ex periodista deportivo británico David Icke quien proclamó que el mundo está gobernado por extraterrestres que tienen forma de reptiles. En pocas palabras, que al mundo lo rigen lagartos gigantes.

De todas las tendencias

Las teorías de la conspiración no son un monopolio de la derecha.

Durante el escándalo de Mónica Lewinsky, Hilary Clinton culpó a una "vasta conspiración de derecha" por la situación en la que se encontraba su marido.

Más recientemente, algunos izquierdistas han argumentado que los ataques del 11 de septiembre en Estados Unidos fueron organizados por el círculo íntimo del presidente George W. Bush para poder invadir Afganistán e Irak.

La política de las cábalas ha sido siempre muy confusa, señala James McConnachie, coautor de "Rough Guide to Conspiracy Theories" ("Guía rápida de las teorías de la conspiración").

Grupos como el Bilderberg o los Iluminados, los judíos o los masones le permiten a la gente proyectar sus propios temores, asegura McConnachie.

Ante el grupo de Bilderberg, por ejemplo, en Estados Unidos el mayor miedo es que exista una conspiración secreta de la Unión Europea que amenace las libertades de los estadounidenses. En Europa, el temor es que una élite promotora del libre mercado esté tramando imponer una agenda de derecha.

"Las teorías de la conspiración son ciegas a las definiciones convencionales de derecha e izquierda", indica McConnachie.

"La izquierda -dicen- está organizando un gobierno internacional, mientras que el capitalismo global, desde la derecha, podría estar haciendo lo mismo pero a través de diferentes métodos".

Momentos clave

Para Aaronovitch, lo que exacerba las teorías de la conspiración son momentos de gran agitación.

"Surgen mucho durante épocas en los que se están gestando cambios significativos, ya sea para mejorar o para empeorar la situación presente. ¿Por qué el McCarthyismo ocurrió en momentos en que la economía estadounidense estaba creciendo más rápido que en cualquier momento de su historia?".

La sociedad estaba en un proceso de cambio, la economía se estaba expandiendo rápidamente y millones de hombres estaban regresando de la guerra.

Pero no sólo se trata del contexto social. Algunas personas son más susceptibles que otras a la hora de creer en cábalas locas, plantea el profesor Chris French, del departamento de Psicología de la universidad británica Goldsmith.

"La gente que tiende a ser alienada por las principales corrientes, la que se siente impotente, siente la necesidad de tener algún control".

Esas personas no sólo no creen en el gobierno, sino que no confían en sus vecinos y en su necesidad de controlar puede haber vínculos a las raíces de las doctrinas religiosas.

Una sola idea

De acuerdo con el profesor Andrew Kakabadse, coautor del libro "Bilderberg People", es posible que los teóricos de la conspiración exageren, pero asegura hay que reconocerles algo: el grupo cuenta con un poder genuino que supera con creces al del Foro Económico Mundial, que se reúne en Davos.

Y, ante la falta de transparencia, es fácil entender por qué a la gente le preocupa tanto su influencia, agrega.

"Es mucho más inteligente que una conspiración", indicó el académico. "Está moldeando la forma en que la gente piensa, de manera que parezca que no hay otras alternativas a lo que está pasando en el mundo".

La agenda del grupo es reunir a las élites políticas, tanto de derecha como de izquierda, dejarlos que se mezclen en un ámbito relajado y lujoso, y esperar a que se produzca una efervescencia de ideas.

Puede parecer una fiesta gloriosa, pero no lo es.

"Cuando has asistido a suficientes cenas, empiezas a notar que un tema emerge", asegura Kakabadse.

Y el tema en Bilderberg es promover un consenso en torno al capitalismo occidental y sus intereses en todo el planeta.

"¿Está todo esto conduciendo a la idea sobre un mundo dominado por una sola fuerza? En cierta forma sí. Hay una tendencia muy fuerte para que se establezca un un gobierno mundial que se ajuste al molde del capitalismo de mercado libre occidental".

Grado de vileza

Algunas de las críticas convencionales de gente alienada que busca el orden en un mundo caótico bien pueden ser ciertas. Pero, eso no es todo, según McConnachie.

"La otra explicación es más peligrosa. La que dice que ellos tienen razón y que el único problema es que exageran a la hora de articular sus planteamientos".

El caso del grupo Bilderberg coincide con el modelo para ejecutar una conspiración global: un órgano secreto que intenta encaminar la dirección del mundo, resalta McConnachie.

"La única diferencia es el grado de vileza que se le asigna -explica-. Los teóricos conspirativos tienden a considerar la cábala como pura expresión de la maldad, cuando en realidad las cosas son más matizadas de lo que parecen".

Para McConnachie, le debemos a los teóricos consipirativos todas esas historias de lagartijas al mando del mundo.

"Ocasionalmente tenemos que darle crédito a los teóricos conspirativos pues alertan sobretemas que los medios de comunicación han ignorado. Es sólo recientemente que la prensa ha empezado a hablar de las reuniones de Bilderberg. ¿Cubriría la prensa esas historias si no fuera porque esas extrañas ideas están volando por ahí?".

Sin embargo, Aaronovitch no está de acuerdo.

Creer en cábalas lleva a que algunos grupos sean discriminados y a que se obstruya una visión racional del mundo.

"Creer ciegamente en el grupo Bilderberg significa creer en una fantasía", señaló. "Significa que hay personas, como Dios, que actúan con un poder superior. Eso remplaza el intolerable pensamiento de que no hay ningún plan, que el mundo es caótico. Puede que sirva como una suerte de terapia, pero lo cierto es que tiene a la gente creyendo en mensajes anticientíficos".



Fuente: BBC Mundo
Autor: Tom de Castella




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